El ascensor del hotel Madison de Saint Jean de Luz quita las ganas de vivir, espolea la agonía y comprime corazón y pulmones. Pero también el ascensor del hotel Madison puede encender pasiones, congelar el tiempo y borrar el mundo para dejar solo tus labios. Así es este elevador. Minúsculo, ceñido hasta quitar la respiración, rácano, casi un ataúd o una cama individual. Particularmente a mí, que en esto de los pequeños espacios cerrados soy más bien tirando a histérica que a enamorada, ese ascensor me produce pánico. Agarrota mi alegría y acorta mis esperanzas. Sin embargo, preferiría subir y bajar en él mil veces al día antes que pasar una noche en un hotel mastodóntico de todo incluido, pulsera en la muñeca, enormes bufés, suelos de mármol, falsas columnas griegas, karaokes a medianoche y conciertos de todo a cien.
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