Siempre se ha dicho que la hostelería y el turismo son los sectores que conllevan un gran sacrificio para quien haya elegido de forma libre este trabajo como su profesión, o que por circunstancias de la vida haya tenido que optar a él por necesidad. Yo fui muy afortunada, y tuve muy claro desde muy temprana edad que quería dedicarme al turismo. Fue durante unas vacaciones estivales con la familia cuando descubrí lo fascinante que era el ser animadora y recepcionista de hotel. Yo era una niña que con tan sólo siete años llevaba mi diccionario de inglés a cuestas para poder comunicarme con otros niños extranjeros. Me producía gran admiración ver a estos magníficos profesionales del turismo, que yo consideraba dioses, hablar en distintas lenguas, divertir a los turistas, informar de todos los servicios, ayudarlos en lo que necesitaran, hacerlos felices y siempre con una sonrisa en la boca.
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