Cuando los hoteles en Canarias vivieron su época de gran esplendor, mis abuelos aún no habían nacido. La palabra glamour o glamur sólo existía en francés, pero el concepto de lo glamouroso definía a la perfección el ambiente de sofisticación y distinción que se respiraba en los establecimientos más majestuosos de la época, construidos con todo lujo de detalles y en respuesta a las exigencias de la distinguida sociedad europea del momento.
Nuestros hoteles no sólo servían como elegante hospedaje para la refinada aristocracia europea, navegantes y famosos aventureros, científicos de renombre, ilustrados artistas, banqueros y grandes mercaderes que llegaban a nuestras Islas allende los mares. Además, eran el alojamiento idóneo para los primeros notables viajeros y turistas de bien que visitaban Canarias por nuestras bondades naturales y climáticas, ya conocidas en toda Europa.
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