En la anterior entrada de esta serie dejamos a Puerto de la Cruz en su primera crisis turística: el colapso del turismo victoriano y la práctica paralización de la actividad turística portuense durante varias décadas, debido a las guerras española y mundial y la posterior posguerra. No está de más recordar este negro episodio de la historia canaria y portuense a todos aquellos que, en un exceso de optimismo acerca del desarrollo turístico, piensan que esta máquina, una vez que arranca, no se puede parar. Determinados shocks externos pueden llegar a detener por completo los flujos turísticos y desencadenar transformaciones de fondo en la estructura social de las sociedades emisoras alterando radicalmente sus comportamientos turísticos. Aquí no es tanto el impacto puntual de los conflictos bélicos y las crisis económicas precedente y subsiguiente, sino la transformación social que quitó el protagonismo en el consumo turístico a los burgueses rentistas y se lo cedió a las clases medias y, posteriormente, a las medias bajas.
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