La globalización de los viajes y el turismo, junto a la extensión de la posibilidad de convertirse en turista para una parte importante de los ciudadanos occidentales y otros pertenecientes a las élites del resto de países, han propiciado la apertura del Planeta en su conjunto como área proclive al disfrute de las vacaciones. Pero además, más de medio siglo de práctica turística ha incorporado al turismo, al viaje y al turista a nuestra cultura, impulsando a su vez por la experiencia acumulativa y la retroalimentación del sistema un abanico de motivaciones casi inalcanzable para la imaginación de un buen futurólogo.
Sólo a un paso por detrás de las nuevas motivaciones y querencias (¿o tal vez por delante?) el subsistema empresarial ha respondido. De esta forma se han popularizado en la última década productos que eran minoritarios como el ecoturismo, el agroturismo, el turismo cultural, el turismo rural, el etnoturismo, el geoturismo, etc. Esta segmentación, que parece interminable y con seguridad continuará en el futuro por necesidades de renovación de la propia actividad, se encuentra perfectamente contextualizada con movimientos de preocupación socioambientales, de carácter también global, que introducen aquellos conceptos de “alternativa”, “sostenibilidad” y “responsabilidad”.
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